Una noche de verano. Le juró que se volverían a encontrar, tarde o temprano.
¿Pero como lo iba a encontrar si la dejaba sola en medio de la muchedumbre?
Allí donde el mar se junta con el cielo.
Esa era la única respuesta que obtenía noche tras noche.
Una noche más.
El mundo era demasiado grande para ella, sentía que podía perderse en un pequeño callejón, sentía que podía perderse sin posibilidad alguna de volverse a encontrar jamás.
Sólo quería encontrarlo. Encontrarse a ella misma una vez más.
La soledad había penetrado por su piel, poco a poco iba avanzando hacia el más pequeño e insignificante rincón de su cuerpo que aún era capaz de respirar.
Cada día parecía un invierno entero.
Allí donde el mar se junta con el cielo.
No podía ser tan difícil volverse a encontrar.
Pensaba que si tal vez fuera capaz de arrancarse la piel a pedazos todo eso desaparecería con la ultima gota de sangre que derramase.
Lo había probado en más de una ocasión, pero al final siempre llegaba la noche.
El mar estaba más calmado que de costumbre.
Necesitaba respuestas, necesitaba terminar con todo, lo necesitaba.
Como si de un ritual se tratase se desnudo despacio, muy despacio, y con delicadeza dejó deslizar por su cuerpo cada prenda hasta que quedaron apelotonadas encima de la arena.
El agua estaba fría. La luna brillaba más que nunca. Sabia que todo llegaba al fin, o quizás fuera solo el principio.
Nadó hasta que su cuerpo no pudo más. Y cuando creía que no tenia más fuerzas recordó.
No se sabe muy bien como alguien puede nadar tanto rato seguido. Nadie jamás ha logrado averiguarlo. Lo que si se sabe es que volvieron a estar juntos.
Allí donde el mar se junta con el cielo.
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